miércoles, 27 de abril de 2011

¿Y a todo esto: Qué es Competitividad?


A principios de los años 90s México fue sorprendido con un término que aún hasta la fecha causa un cierto nivel de confusión y que como otro concepto como “globalización” incluso podría decirse que están de moda, aún cuando podría asumirse que el término debería aplicarse diferente si se trata de una empresa, de una persona o de un país, el término al cuál nos referiremos será el que se refiere a la nación.

El inicio del término surgió a raíz de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (término que según la gramática del español debería ser: Tratado de Comercio Libre), cuando ante la inminente aprobación del tratado los diferentes sectores productivos veían con preocupación su futuro, para nadie era desconocido los altos niveles de productividad de los competidores norteamericanos respecto a nosotros.

El término comenzó a usarse indistintamente para alegar que desaparecer las barreras arancelarias traería como consecuencia el tenernos que volver competitivos en aras de no desaparecer, que la competencia con los vecinos del norte forzaría que hiciéramos las cosas mejor, ese era el discurso, y a partir de ahí a todos los males y descalabros de diferentes sectores productivos serían producto de no ser “competitivos”.

El TLC hablaba de un periodo de desregulación para aplicar las medidas correctivas necesarias para lograr nivelarnos a la “competitividad” de nuestros socios comerciales.

Según el Indice de Competitividad para el Crecimiento (ICC) del Worl Economic Forum (WEF), menciona que “la competitividad de las empresas es un concepto que hace referencia a la capacidad de las mismas de producir bienes y servicios en forma eficiente (menos costos, mayor calidad) , haciendo que los productos sean atractivos para la demanda interna y externa, para ello se hace necesario lograr niveles elevados de productividad que permitan aumentar la rentabilidad y generar ingresos crecientes”. Pero también menciona que “una condición necesaria para lograrlo es la existencia de un ambiente institucional y macroeconómico estable, que transmita confianza, atraiga capitales y tecnología, además de un ambiente nacional que permita a las empresas absorber, transformar y reproducir tecnología, adaptarse a los cambios en el contexto internacional y exportar productos con mayor valor agregado”.

Sin duda que estas características son deseables en cualquier economía, pero lo que se nos olvidó especificar en México, es que esas empresas de las que habla el WEF deberían ser primordialmente empresas del país en cuestión, en cambio lo que ocurrió en nuestro país es que no hubo acciones que llevaran a nuestras empresas a lograr esa igualdad de condiciones antes de la entrada del TLC, cuando se enfrentaron a la competencia desigual el resultado fue como se esperaba desastroso, sectores industriales que representaban adecuados niveles de crecimiento y estabilidad desaparecieron casi por completo, como es el caso de la industria zapatera, las condiciones macroeconómicas de las que habla el WEF, se pusieron al servicio de las empresas transnacionales, ante la desaparición o sustitución de sectores económicos nacionales el argumento seguía siendo, es que no eran lo suficientemente competitivos para permanecer en el mercado, por ello con la mano en la cintura se podían sustituir por empresas extranjeras, que sí cumplían con esa “virtud” de ser competitivos.

¿Se puede competir con dos países desarrollados en condiciones igualitarias?, ¿cuánto tiempo le debía de tomar a México lograr nivelar los niveles de productividad deseados?, a simple vista la aventura parecía más que imposible, nunca se privilegió el desarrollo de la tecnología en México, desaparecía la política industrial, se cayeron los incentivos y programas de gobierno para fortalecer las empresas nacionales, parecía que desde un principio se hubieran vaticinado cuales deberían de ser resultados, tal vez nunca se tuvo como objetivo la competencia real de empresas mexicanas vs empresas canadienses o norteamericanas, tal vez la única razón era propiciar la instalación de miles de maquiladoras y armadoras extranjeras que elevaran los supuestos indicadores de “exportación”, que realmente solo es Comercio Intrafirma; que se incrementara el Producto Interno Bruto Manufacturero, aprovechando que la medición del mismo no distingue si es hecho por empresas nacionales o no, mientras sea hecho en México, un buen indicador que hablaría de nuestra realidad sería el Producto Nacional Bruto (PNB), que mide la producción de bienes y servicios realizado por mexicanos independientemente del lugar de origen de la producción.

Como conclusión podemos decir que el término en sí es deseable desde el punto de vista que se trate, y aplicado a cualquier situación, lo negativo puede ser el enfoque como se busque lograr esa competitividad tan anhelada, dependiendo a quién se busque hacer competitivo, si al país, si es a nuestras empresas, o sólo competitivo para atraer inversión extranjera que supla lo que las empresas nacionales no pueden ni han tenido las condiciones para hacer. 

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