miércoles, 20 de julio de 2011

Separación Absurda entre Micro y Macroeconomía


Durante el siglo XX se sucedieron una serie de cambios históricos que trajo como resultado un replanteamiento de la Teoría Económica, estos cambios tratarían de explicar los diferentes fenómenos económicos nunca antes vistos, es así como a principios del siglo pasado, un Economista Inglés, educado en la mainstream de aquella época, donde la Ley de Say era la base de la Teoría Económica, plantea nuevos fundamentos que explicarán lo que no se podía responder con el bagaje teórico existente, ese economista es John Maynard Keynes (Amézaga, 2000).

Keynes, pudo descubrir desde antes de la gran crisis  de 1929, que algunos cambios estructurales se estaban gestando, el gran periodo de abundancia económica del siglo XIX estaba terminando, el principal problema económico que se podía observar era un crecimiento geométrico de la población contra rendimientos decrecientes a escala en la producción, lo que llevaría a un problema que solo sería resuelto a través de la tecnología en el área agrícola, que cubriera ese incremento de la demanda provocada por la explosión demográfica (Amézaga, 2000).

Además del punto anterior, Keynes planteó que la Teoría llamada por él “Clásica”, para referirse a la Teoría Dominante de aquel entonces, era incapaz de responder los cuestionamientos de la gran crisis, debido a que los fundamentos sobre los que basaban sus respuestas habían perdido ya validez, puesto que la realidad que trataba de explicarse con ésta teoría ya no existía, recordemos que durante el siglo XIX, las clases dominantes y el auge industrial requerían de una fundamentación teórica que apoyara la economía basada en la búsqueda del beneficio personal.

La crítica por parte de Keynes a la teoría ortodoxa no se hizo esperar, directamente expuso cómo los fundamentos ya no eran aplicables, existe una frase que engloba ésta contradicción: “hay personas que tratan de resolver el desempleo, con una teoría que no admite la existencia del desempleo”, sin embargo, con el paso del tiempo, los encargados de discutir, analizar y sentenciar sus aportaciones hechas en la “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”, obra culminante de su carrera, fueron devastadoras para su aportación, los “clásicos” eligieron que partes de la Teoría General fueran aceptadas y cuáles no, hasta el momento se tiene como cierta la aportación keynesiana de la Oferta Agregada a Corto Plazo, y la posterior interpretación de Hicks con su malogrado modelo IS / LM, donde según él pretendía resumir toda la aportación de Keynes a un simple modelo de equilibrio en el mercado de bienes y servicios con el de dinero (Kicillof, 2008).

A partir de este momento, la misma corriente de economistas que fueron criticados por la “Teoría General”, fueron los encargados de decidir qué aspectos serían reconocidos como válidos y cuáles deberían de pasar al olvido. De esta selección surge la separación para la enseñanza de la ciencia económica entre Microeconomía y Macroeconomía.

Para la Microeconomía se dejaron los supuestos fundamentales de la Teoría Clásica (hoy llamada Neoclásica o Neoliberal), y para la Macroeconomía se aceptaron ciertas aportaciones keynesianas a la teoría ya existente, como prueba de lo anterior, podemos mencionar la diferencia que existe entre las explicaciones a diversos problemas económicos entre la Micro y la Macroeconomía, cuando se supone que los fundamentos económicos debieran ser los mismos.

Para la Microeconomía el gobierno es una externalidad, mientras que para la Macroeconomía, debido a Keynes, se considera un mal necesario; en este tema, es perfectamente entendible, porque, hasta nuestros días no se ha podido resolver el “problema económico”, del que hablaba el autor de la “Teoría General”, no se ha aceptado abiertamente que el mercado no puede resolver, por los esfuerzos individuales, los problemas generales; y reconocer además que es necesaria una regulación importante para evitar las grandes desigualdades entre la asignación de los recursos, y la distribución de los beneficios económicos. Otro punto de diferencia se da con la definición de la tasa de interés,  para Keynes depende de la oferta y demanda de dinero, esto es la recompensa por desprenderse del dinero (Mankiw, 1997),  mientras que para la teoría neoclásica es la compensación por posponer el consumo (Varian, 1999).

Estas graves discrepancias, han provocado una gran confusión y sensación de incoherencia, entre las dos principales ramas de estudio de la economía actual, además de la sensación de irrealidad cuando los supuestos de la Microeconomía son explicados a los alumnos, bajo ninguna circunstancia empírica conocida en el mundo se han dado casos que tengan semejanza con información perfecta, libre movilidad de factores, competencia perfecta, soberanía del consumidor, etc. (Varian, 1999). Por esta razón, ésta teoría no ha sido capaz de responder adecuadamente cuando de entender los hechos económicos se trata, cuando una teoría parte de supuestos falsos, no podemos más que esperar que los resultados de la aplicación de políticas económicas basadas en dicha teoría, sean desastrosos (Huerta, 2004).

A pesar de esto, aún se hace necesario defender el Libre Mercado, como estrategia ya no para que individuos, sino ahora transnacionales, obtengan el máximo de  ganancias en la mayor parte de los países en que tienen presencia, bajo el precepto de la no intervención gubernamental para coartar sus beneficios, de   ahí la defensa a ultranza de los antiguos preceptos, y que como hemos visto, no han sido capaz de lograr un nuevo periodo sostenido de auge mundial,  pero para ello era necesario además demostrar que ésta teoría tenía justificaciones, para lo cuál se han escrito y publicado miles de libros y artículos académicos, se han reinventado programas académicos relacionados con la ciencia económica, y se ha aceptado por tanto la separación absurda entre Micro y Macroeconomía.  

Historias del Neoliberalismo: El caso del Infonavit


Con el inicio de operaciones en el año 1972 del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), se consolidó una demanda de la clase trabajadora de México, que era dotar de vivienda digna a través de la aportación obrero-patronal, en ese entonces el INFONAVIT, a cargo de Jesús Silva-Herzog Flores, era el encargado de realizar los estudios preliminares, diseños urbanos y arquitectónicos, búsqueda y selección de constructores, presupuestos, ejecución y supervisión de obra, es decir era el encargado de todo el proceso de oferta de vivienda, sin comentar que recaía en el Instituto el otorgamiento total del financiamiento a los trabajadores.

Las casas otorgadas llegaban a contar hasta con casas de 6 metros de frente, por 17 metros de largo, lo que significa un poco más de 100 metros cuadrados de terreno, la calidad de construcción y de los acabados permitían garantizar que éstas mantuvieran condiciones óptimas de los hogares.

La implantación de éste tipo de programas de gobierno obedecían a satisfacer una necesidad real de un sector que a todas luces no puede acceder a contar con vivienda propia con sus propios recursos, con fines específicos como mejorar el nivel de vida de los trabajadores, que se hicieran de un patrimonio que pudiesen heredar a sus descendientes, y mejorar su economía al hacerse de un bien que pudiera ganar plusvalía, todo esto encaja dentro de una visión conocida como Estado de Bienestar, que no es más que una forma de gobierno que busca dotar del mayor bienestar posible a la población desde el Gobierno.

Sin duda, desde su aparición, surgieron problemas inherentes a su operación, se le imputaba al INFONAVIT, y con justa razón, que conseguir un crédito resultaba un verdadero martirio, se asignaban por sorteo o en listas de espera, que muchas de las veces debido a la corrupción o al compadrazgo, se asignaban a quién fuera favorecido con el favor de las autoridades, y en otros casos, se argumentaba que la oferta era superada por la demanda creciente, sobretodo debido a la explosión demográfica que vivió nuestro país desde los años 70s.

Razones que llevaron a una serie de transformaciones que culminaron en 1992 con la reforma a la Legislación del Instituto, donde INFONAVIT ahora se ligaría financieramente hablando con la banca comercial, a partir de entonces y hasta la fecha las condiciones han cambiado, si bien es cierto que en la actualidad el número de créditos en superior y que la cartera vencida es mucho menor, también es cierto que la calidad de la vivienda ha bajado sustancialmente, ahora se llegan a otorgar viviendas de hasta 40 metros cuadrados, con acabados y materiales de construcción de ínfima calidad.

En la actualidad los acabados no pueden garantizarse a mediano plazo, después de 10 años solo puede garantizarse que la vivienda no se caiga, siempre y cuando no se haya atrevido el propietario a construir un segundo o hasta tercer piso, hoy en día las constructoras argumentan que no es culpa de ellos, que deben ajustarse al monto de crédito que alcanzan los trabajadores, los cuales en muchas ocasiones no superan los 350 mil pesos, de manera que un trabajador puede endeudarse por cerca de 30 años, con una cuarta parte de su salario por una vivienda de 40 metros cuadrados con una calidad no deseable.

El argumento de las constructoras es valido hasta que se conocen los costos de esas viviendas, cuando se construyen viviendas en serie y en la cantidad que se construyen, los costos bajan de manera sustancial, se pueden obtener ganancias de hasta 150 mil pesos por una casa vendida a 250 mil pesos, esto habla de un problema, donde INFONAVIT permite que las constructoras obtengan jugosas ganancias, sin hacerse responsable de los desperfectos y calidad de la vivienda.

De esta manera, el objetivo de otorgamiento de vivienda digna, se ha visto comprometido, hoy no podríamos asegurar que esto se cumpla, parece ser, como en muchos otros ejemplos, que se ha privilegiado la ganancia de empresas privadas a costa de los ahorros y necesidad legítima de un patrimonio de los trabajadores, ésta concepción encaja perfectamente con la ideología neoliberal de la economía, donde se establece que el gobierno no debe participar como actor activo en el otorgamiento de productos y/o servicios que pudiera ofertar la iniciativa privada.

Otro elemento a considerar es que la institución otorgante de financiamiento ahora no es el INFONAVIT, sino que un número importante es otorgado por la banca privada, sujetándose a sus condiciones y con un riesgo elevado de perder sus casas al atravesar por una situación económica adversa, es momento de replantear las instituciones y cuidar que se cumplan los objetivos para los que fueron creados, no se debe permitir que se privilegien los beneficios para las empresas que lucran con el problema de la vivienda en México, aún por encima del bienestar de los trabajadores.